La catadora de cementerios
nagy

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Uno podría pensar que ahí sólo reina el silencio, la quietud, la piedra y el hueso. La periodista y escritora Mariana Enríquez, como catadora de cementerios, se encarga de demostrar a lo largo de sus crónicas reunidas en “Alguien camina sobre tu tumba” (editado por Galerna) que en los cementerios sobreviven historias, tensiones, misterios y que eso ocurre en todas las geografías, tanto en las fastuosas construcciones en Génova, como en las tumbas perdidas en la pampa. Con historias de amor adolescente, de batallas en el desierto, con climas de intriga, de terror y hasta poesía, Enríquez muestra que hombre se narra en su muerte y que pasear por esas aguas, narradas a través de su pluma, puede ser un paseo sorprendente, casi una fiesta inesperada.
Uno podría pensar que ahí sólo reina el silencio, la quietud, la piedra y el hueso. La periodista y escritora Mariana Enríquez, como catadora de cementerios, se encarga de demostrar a lo largo de sus crónicas reunidas en “Alguien camina sobre tu tumba” (editado por Galerna) que en los cementerios sobreviven historias, tensiones, misterios y que eso ocurre en todas las geografías, tanto en las fastuosas construcciones en Génova, como en las tumbas perdidas en la pampa.



Con historias de amor adolescente, de batallas en el desierto, con climas de intriga, de terror y hasta poesía, Enríquez muestra que hombre se narra en su muerte y que pasear por esas aguas, narradas a través de su pluma, puede ser un paseo sorprendente, casi una fiesta inesperada.



¿Cómo armaste el libro?

Siempre tomaba notas, sobre todo en los cementerios que había peripecias. Y, si no, lo que anotaba mucho eran historias que me enteraba: tal tumba es un animita, tal tumba es una bruja, y algunas características. Son cosas curiosas y fugaces. En algunos cementerios grandes hay libros, son los top, y ahí ya es distinto. Pero otros no tienen absolutamente nada.

¿Entre esos dos extremos, el del folleto y el del misterio, cuál preferís?

En los cementerios con muchísima historia, casi museos, hay algo de la relación de la gente con ese espacio, con ese lugar, que me parece que está bueno. Es un lugar que valoran, que cuidan. Tiene algo afectuoso que me gusta. Son sus muertos, sus antepasados. Pero también está bueno hablar con la gente, porque ves cómo se relacionan con ese lugar. No hay una manera de relacionarse con el cementerio. Las dos tienen su encanto.

¿En Argentina ves una relación especial?

Es muy contradictoria. En general, encuentro una cosa muy negadora, no sólo en los cementerios sino en cuestiones que tienen que ver con fantasmas, con casas embrujadas. En otros lugares del mundo tenés el tour de Jack el Destripador, pero en Barracas no tenés el tour del Petiso Orejudo. En otros lugares eso tiene como un aspecto de entretenimiento. Al mismo tiempo, lo que ves más en América Latina y también acá es una relación afectuosa. Ves mucho las tumbitas decoradas, cuidadas. La presencia del afecto, del pariente. Son mucho más domésticos. Y a lo mejor es por esa cercanía que tomarlo como entretenimiento es más complicado.

Hay varias historias del lugar de la tumba como transgresión social ¿Qué viste ahí?

Es un hilo que vi cuando estaba armando el libro. Cuando estos cementerios se usaban para ricos, a fines del siglo XIX, principios del XX, en la etapa de la gran arquitectura funeraria. Lo que ves es un casco histórico fabuloso, aristocrático, riquísimo, de tumbas que no tienen precio, y alrededor la plebe. Hasta que hay un momento en el que los ricos empiezan a enterrarse de otros modos, porque van teniendo sus crisis económicas y luego porque se va pasando de moda. Hay algunos en los que se ve una diferencia bestial: en Chile hay una pared, se termina la parte aristocrática y empiezan los nichos y la parte pueblerina. Está tan dividido como la sociedad chilena. El de Lima también es así, pero tenés que cruzar una avenida. La Recoleta es peor todavía porque ni siquiera hay esa posibilidad. Y ves muchos casos del tipo que juntó plata toda su vida para estar en ese lugar, que era bello, que no era, supongo en esa época, el del anonimato. En Génova tenés la vendedora de nueces, esa mujer que pagó durante toda su vida para estar ahí. Acá, en Recoleta, a Mendoza Paz, que era el cuidador. Y hay varios casos de esa trasgresión.

¿El libro te dio otra perspectiva de la muerte?

Me llamó la atención el distanciamiento. Son espacios doblemente cargados porque son espacios que se están muriendo. No es que no se entierre gente. Se sigue enterrando, pero este concepto de la tumba visible está desapareciendo por otras formas. Una tumba en el cementerio de Génova está desde hace doscientos años. Nosotros no tenemos esa posibilidad. Hay una paulatina desaparición de la arquitectura funeraria y una visión del lugar de la muerte que es impresionante porque me parece que viene como paralela de una negación de ella en nuestra vida. No hablo de pensar todo el tiempo en la muerte. Estoy hablando de cierta velocidad. Es común escuchar: “ A mí me creman…” pero ese borramiento que es hasta geográfico me empezó a impresionar. A mí también me pasa, yo soy parte de mi cultura. Estos lugares en general están vacíos. No son frecuentados. Por eso me gustan los que sí tienen hasta un tour turístico, porque te obligan a estar en presencia de la muerte. Porque hay como una negación de ese proceso de la vida que hasta puede ser negativo. Y hacer esto es como mi manera personal de no tener la misma negación a la que me lleva mi cultura, a toda esa obsesión por no morirse. No digo que antes hubiera una relación mejor, pero habilitaba procesos que hoy están adormecidos y que es un poco grave, porque no sabemos qué hacer. El ritual ayuda y alivia en todo. Entonces el borramiento de los rituales hace como que te falten las indicaciones para momentos de tu vida donde vos no podés pensar muy fácilmente.

En el libro mencionás tus miedos, que no tienen que ver con el lugar en el que estás ¿Lo hiciste para mostrarte más vulnerable?

Quería poner mis mini fobias para que no pareciera que soy un alpinista. Y para jugar con el miedo como tema de otra manera. En general no tengo miedo a los cementerios pero siempre hay algo atávico ahí que te da algún tipo de respingo. Trataba de decir hablamos del miedo, pero el miedo no está ahí, está en la vida.
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Lunes 29 de Abril del 2024
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