Historia de la Lata de conserva
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El nacimiento del envase de metal paradójicamente está asociado a los deseos de expansión de la humanidad, bien sea militar o expedicionarias; en largas travesías la buena alimentación es primordial para mantener la moral y evitar enfermedades.
El nacimiento del envase de metal paradójicamente está asociado a los deseos de expansión de la humanidad, bien sea militar o expedicionarias; en largas travesías la buena alimentación es primordial para mantener la moral y evitar enfermedades.

Desde hace miles de años, los hombres se enfrentan con la necesidad de conservar los alimentos. Generalmente, estos se descomponen con rapidez. Para preservarlos por largos períodos de tiempo y evitar que los pueblos pasaran hambre durante los largos meses de invierno, se introdujo la costumbre de secarlos, salarlos y ahumarlos.

En 1795, Francia estaba en guerra y en consecuencia, sus militares y la población civil sufrían de un racionamiento de alimentos. Los soldados ganaban batallas en Europa, pero en las trincheras eran diezmados por el escorbuto y otras enfermedades, ya que sus dietas consistían principalmente de carne asada y pan, alimentos que no podían mantenerse frescos durante los movimientos militares.

El Directorio, gobierno francés compuesto por cinco hombres que se conformó después del “reinado del terror” de la Revolución Francesa, comprendió que, para solucionar este grave problema, era indispensable la conservación de alimentos en buen estado por mayor tiempo. Así, surgió la idea de ofrecer un premio de 12.000 francos al ciudadano que desarrollara un método que tuviera éxito en la preservación de los alimentos para transportarlo durante las campañas.

El mismo Napoleón dijo que un ejército viaja en su estómago; él había aprendido a través de las duras experiencias que tuvo: escorbuto y hambre habían desactivado más soldados que el combate mismo.

En 1795, el inventor francés Nicolás Appert  se puso a trabajar para resolver el problema. Sabía que el biólogo italiano Lazzaro Spallanzani había demostrado que la carne no se descomponía si se la hervía durante un rato y después se la conservaba herméticamente cerrada. Nicolás Appert, oriundo de París, quién había trabajado como confitero, cocinero, cervecero, fabricante de encurtido y vinatero, tenía una idea: ¿Por qué no ponía la comida en botellas como el vino y hervía estas botellas?



Durante los próximos 15 años Nicolás Appert trabajó en su idea, había observado que los alimentos cocinados en cazuelas abiertas e introducidos en frascos de vidrio que posteriormente eran sellados con corcho, duraban un poco más; en base a esto llegó a su teoría de que si colocaba alimentos después de una cocción parcial en botellas de vidrio, tapadas con corcho sujeto con alambres y estas botellas se sometían a un calentamiento en agua hervida por un largo tiempo, se podía extender la vida del alimento indefinidamente. Aunque nunca supo explicar por qué su método alargaba la duración de los alimentos, su sistema representó el comienzo de la industria de conservas.

La teoría de Appert fue demostrada por las muestras que él mismo sometió a viajes. Las muestras de Appert se enviaron al mar durante cuatro meses y diez días: perdices, algunas verduras, y salsas; cuando abrió, se saborearon dieciocho tipos diferentes de comidas en conservas, Appert escribió, “Todos habían retenido su frescura, y ni una sola substancia había sufrido el menor cambio al mar”.

En 1810 Appert ganó el premio y el mismo Emperador Napoleón Bonaparte le entregó los 12,000 francos; posteriormente publica el libro: “El arte de conservar durante varios años todas las sustancias animales y vegetales”.

El ejército francés empezó a experimentar con el suministro de comida en conservas para sus soldados, pero el lento proceso de envasado del alimento y el incluso más lento desarrollo de los medios de transporte evitaron que se enviasen grandes cantidades a las tropas francesas; terminó la guerra antes de que el proceso pudiera ser perfeccionado.

Desafortunadamente para Appert, la fábrica que había construido con el dinero de su premio fue incendiada en 1814 por los soldados aliados que invadieron Francia. Aunque cosecha un importante éxito no registró en patente su hallazgo, ya que antepuso a los intereses económicos personales, la ayuda que su descubrimiento puede aportar a toda la población diezmada por la guerra y el hambre; de ahí su gran talla moral.

En los inicios del siglo XIX Inglaterra estaba viviendo el desarrollo del maquinismo que da a su industria el impulso que le asegura la hegemonía económica y financiera. Por otro lado y pese a haber perdido su gran colonia de América del Norte que se había independizado en 1783, en cierta medida por la ayuda de los franceses,  su extensa red de bases coloniales en los cinco continentes, dedicadas  más al comercio que a la posesión territorial, había propiciado la mayor flota mercante del mundo, protegida por una poderosa marina de guerra. Mientras, la Europa continental se desangraba en las guerras napoleónicas.

En 1810 Peter Durand presenta al registro una patente que llamó “Método para preservar alimentos por largo tiempo en vasos de cristal, cerámica,  metales ó materiales apropiados”. Su Majestad Jorge III se la concede, por la preocupación de que las tropas de Napoleón ampliaran el alcance de sus marchas al disponer de más nutritivas y duraderas provisiones.

En la patente Durand explica en que consiste este vaso de hojalata; se trata de un cilindro cerrado por ambos extremos,  hecho de hierro recubierto de estaño cuyas piezas se unen por soldadura. Este nuevo material (hojalata) presenta varias ventajas frente al cristal usado por Appert: ligereza, no se quiebra por su resistencia mecánica, fácil conducción del calor, resistencia a la corrosión frente a otros metales…y  así se convierte en el auténtico padre del envase metálico y de la industria que lo fabrica.

Durand, posteriormente vende su patente por 1000 libras a Bryan Donkin y John Hall, dueños de la fundición de hierro ‘Dartforl’, quienes comienzan a fabricar latas hechas de hierro cubiertas con estaño.



Hay que hacer una acotación con el ingeniero Bryan Donkin, ya que también fue contratado en 1802 por los hermanos Fourdriniers para hacer modificaciones al diseño de la máquina de fabricación de papel de  Louis-Nicolas Robert; y su huella en el mundo del empaque continúa!!, ya que en 1813 junto al impresor Richard Mackenzie Bacon  obtiene la patente para la máquina de impresión poligonal, en la cual los “caracteres” se colocan en un prisma rotacional; también trabajó en un sistema de impresión a dos colores para evitar la falsificación de estampillas.

Regresando a nuestra historia de los envases de hojalata…después de un año de experimentos en 1813 Donkin y Hall enviaron, en carácter de prueba, latas de alimentos al ejército y la marina de Gran Bretaña. Las latas consumidas en las Guarniciones de las Islas Occidentales y en la isla de Santa Elena (irónicamente donde Napoleón fue encarcelado y desterrado por los británicos) estaban en condiciones satisfactorias. Para el año 1818 la Marina Real de su Majestad ya consumía  24.000 envases anuales.



Este es el momento en el debemos decir que la hoja de hierro recubierta de hojalata estaba esperando el momento y el lugar oportuno para hacer su grandiosa aparición porque si la hojalata no hubiese existido, los descubrimientos de Nicolás Appert sobre la conservación de los alimentos difícilmente  hubieran tenido una aplicación práctica de forma generalizada en el mundo industrializado de mediados del siglo XIX y principios del XX. Pero estaba allí ya lista para unir su desarrollo al del envase metálico.

El hombre primitivo conoció y utilizó el estaño antes que el hierro; el motivo puede ser las menores temperaturas que el estaño necesita para fundirse, lo cual facilitaba su obtención. Se conocen objetos estañados con antig�edad de miles de años antes de Cristo y en la Biblia se menciona este metal. El mundo antiguo consideraba ornamentos y joyas los objetos de hierro estañados por inmersión.

Los orígenes de la hojalata se remontan a la Baja Edad Media. Hay constancia  que en el año 1240 en Bohemia (Alemania) ya se usaba para hacer utensilios, que eran muy apreciados por sus propiedades anticorrosivas. Pero hay que esperar al siglo XIV, para que comience la evolución del producto, hasta llegar a la forma en que es conocido en nuestros días, al sumergir planchas de hierro en estaño fundido.

En la región de Dresde y en el siglo XVII, se desarrolló una importante industria basada en el estañado, dedicada principalmente a la exportación. Entre los países receptores de esta hojalata estaba Inglaterra, que curiosamente era donde se obtenía el estaño.

En 1665, Andrés Yarranton estableció la primera fábrica de hojalata continua en Inglaterra. La producción de hierro cambió de forjada a método laminado en 1697.

Su fabricación industrial se inició en Inglaterra (sur de Gales) en 1720 con Capel y Jhon Hanbury. En ese momento, las principales aportaciones fueron la laminación mecánica del acero y su decapado. Progresivamente esta tecnología se extendió por Europa y el Nuevo Mundo. El procedimiento de fabricación consistía en la inmersión de láminas de acero en baños de estaño fundido y recibía el nombre de hojalata “coke” ó de “inmersión en caliente”.

Las primeras latas para conservas eran cilíndricas y completamente elaboradas a mano; se cortaba un pedazo oblongo de hojalata y se encorvaba soldando los extremos, de esta forma obtenían un cuerpo cilíndrico; entonces se cortaban dos pedazos circulares (discos) uno para el fondo de la lata en el cual se doblaban los bordes para soldarlo con el cuerpo y el otro disco sería la tapa; este tipo de latas es conocido como “lata 3 piezas”. En el momento que se llenaba la lata con el alimento se colocaba el otro disco en la parte superior de la lata, pero este disco tenía un pequeño agujero que permitía la salida del aire mientras se hervía la lata. Con la lata todavía caliente se sellaba la lata con una gota normalmente de plomo fundido; por supuesto que residuos de plomo caían dentro del alimento, pero en ese momento no le preocupaba mucho. Un buen artesano podía fabricar hasta 60 latas por día.

Desde finales del siglo XV el mundo estaba viviendo un gran intercambio comercial y de gran curiosidad que fomentaba las expediciones de nuevos mundos: sur de África, América, Australia, Ártico, Antártico. Con el correr del tiempo los alimentos enlatados ganaron rápidamente aceptación entre la gente. En 1815 el explorador Ruso Von de Otto Kotzebue, el que oyó hablar de un “descubrimiento hecho últimamente en Inglaterra” qué parecía “demasiado importante para no hacer uso,” y llevó carnes en conservas en sus viaje exploratorios. Él estaba encantado porque las “cajas de estaño” mantenían su contenido en condición excelente.

El contraalmirante inglés y explorador del Ártico Eward Parry, durante sus expediciones de los años 1819, 1824 y 1826, comprueba que los contenidos de estos envases “proporcionaban una gran nutrición en un pequeño volumen”. De estas expediciones se recuperaron, en 1911, dos latas, una con sopa de arvejas y otra con carne bovina, las que al ser llevadas a Inglaterra y consumidas no mostraron efectos negativos. Igualmente, en 1939 se rescataron dos latas, una que contenía 4 libras de ternera cocida y otra con dos libras de zanahoria, las que fueron abiertas por los síndicos de un museo londinense. El contenido de ambas latas conservaba el gusto, aspecto, cualidades nutritivas e incluso la vitamina D.

En 1845 partió de Inglaterra, la cuarta y última expedición del capitán Sir John Franklin hacia el Ártico. Franklin y los 128 miembros de la tripulación murieron al quedar atrapados en el hielo cerca de la isla del Rey Guillermo en el Ártico canadiense. En 1981, un equipo de científicos canadienses realizaron una serie de estudios científicos sobre las posibles causas de muerte,  y una de ellas era el envenenamiento por plomo proveniente de las soldaduras de las latas de conservas.

Hubo que esperar algunos años – hasta 1830 – para que los iniciales alimentos enlatados, apareciesen en las tiendas inglesas ya de forma habitual. Las primeras utilizaciones de la hojalata para la elaboración de envases comerciales fueron para contener galletas y bizcochos, inicialmente de hojalata desnuda – sin decorar -. Pasaron más de treinta años, concretamente en el año 1866 , hasta que se presentaron en el mercado los primeros envases decorados.

Los ingleses que inmigraron a América trajeron su conocimiento recién descubierto con ellos. El envase metálico fue introducido en Norteamérica en el año 1817, como medio de conservación de alimentos. Uno de ellos fue Thomas Kensett, que bien podríamos  llamar el padre de la industria de la fabricación de latas en los Estados Unidos. En 1812 él estableció una pequeña planta sobre los muelles de Nueva York y fue el primero en envasar en los Estados Unidos ostras, carnes, frutas y verduras herméticamente selladas. Kensett comenzó su operación usando frascos de vidrio, pero siendo esto costoso, frágil y complicado para transportar, pronto cambia a la lata. El presidente James Monroe en 1825 le concede la patente estadounidense para conservar el alimento en “los recipientes de lata”.

Otro fue William Underwood que en 1822 inició en Boston una compañía de condimentos utilizando inicialmente tecnologías de envasado en frascos de vidrio; en 1836  también cambia los envases de vidrio por  latas.



El incremento de consumo de alimentos enlatados solamente tenía un inconveniente y era  ¿cómo abrir estás latas?.  Pudiéramos decir que primitivamente se inicia el concepto de “easy open”; en eso apareció en escena Ezra J. Warner en 1858, con su patente, la cual consistía en una mezcla de bayoneta con una hoz; antes de esta herramienta la sugerencia para abrir las latas era el uso de martillo y cincel ó en su defecto un disparo de fusil; este abrelatas nunca llegó a ser de uso doméstico por lo peligroso que era. Posteriormente sería mejorado en 1870  por William Worcester Lyman con su abrelatas de rueda de giro.



En 1866, J. Osterhoudt en Nueva York desarrolla un primer envase que puede abrirse con la ayuda de una llave engarzada en una leng�eta. Este invento sería muy aplicado posteriormente en las conservas cárnicas.

Entre los años  1846 y 1850 con los aportes de Allen Taylor y Henry Evans, se realizan mejoras en la producción de latas, aumentando de 6 latas por día a 60 latas por día.

En 1856 Gail Borden patentó su invento de leche condensada en lata,  y con ello ayudó a disminuir la tasa de mortalidad infantil que era por entonces muy elevada.

No obstante, la lata de hojalata gozó de un desarrollo más bien discreto hasta el año 1861. Nuevamente un conflicto militar va a poner de manifiesto la gran utilidad del nuevo sistema de conservación de alimentos e impulsar avances significativos en el desarrollo de esta tecnología; en esta oportunidad le tocó al nuevo mundo, cuando los veintitrés Estados norteños de la Unión, le declaran la guerra a  los once sureños de la Confederación. Nuevamente la lata estaba preparada para los nuevos requerimientos que se afrontaban. Gail abrió dos plantas de leche condensada en latas para poder cubrir la demanda y frecuentemente los soldados utilizaban el invento de Warner para abrir las latas de alimentos.

 La demanda de comida enlatada crecía enormemente durante las guerras. Las guerras a gran escala del siglo XIX, como la Guerra de Crimea, la Guerra Civil Estadounidense y la Guerra Franco-Prusiana, introdujeron el consumo de comida enlatada entre las clases trabajadoras, permitiendo que las compañías envasadoras ampliaran sus negocios para satisfacer la demanda militar de alimentos no perecederos, permitiendo la producción en masa y la venta en mayores mercados civiles tras los conflictos bélicos.

Hacia finales del siglo XIX, se desarrolló en envase agrafado, engatillado o engargolado, (crimping and hook); el paso importante aportado por la nueva técnica fue formar unos ganchos en disposición inversa, de manera que se pudieran enlazar en los bordes a unir del cuerpo. Una vez unidos, se soldaban empleando un soldador manual. Daban mayor rigidez y seguridad a la costura; este procedimiento permitía obtener envases de forma no cilíndrica y aumentar la producción de la latas llegando hasta los 500 envases por minuto.



Este tipo de envases agrafados  fueron considerados para productos como, aceite, pinturas, productos químicos en general, así como algunos alimentos que no requieren de tratamiento térmico para su conservación como galletas y harinas.

En 1861, Pellier en Francia obtuvo una patente de una máquina – engatilladora- que era capaz de preparar los extremos  a soldar, plegando los mismos y formando unos ganchos que una vez unidos y apretados se soldaban con una aleación estaño-plomo en el exterior.

Inicialmente fueron los propios fabricantes de alimentos los que se fabricaban sus envases, pero poco a poco fueron apareciendo fabricantes de latas propiamente dichos. A ello contribuyó el desarrollo de máquinas específicas con un cierto grado de complejidad. Así en 1883 la empresa Norton Brothers Company de Chicago inventó  una formadora de cuerpos (bodymaker) semiautomática, con una soldadora de la costura lateral incorporada, llegando a alcanzar una capacidad de producción de 40 cuerpos/minuto. En menos de una década este equipo fue mejorado y ya fue capaz de rebasar los 100 cuerpos/minuto. La firma Norton Brothers fue creada en 1868 en Toledo (Ohio); inicialmente era una envasadora de vegetales que se fabricaba sus propios envases.  Fue  creciendo y especializándose en fabricación de los mismos, acabando por montar fábricas dedicadas exclusivamente a este mercado.



Las investigaciones de Louis Pasteur en Francia en 1860, sobre un nuevo método para eliminar los microorganismos que pueden degradar con el paso del tiempo el vino, la cerveza, o la leche, consistían en elevar la temperatura del líquido a 44°C durante un corto tiempo; sus resultados habían dado origen a un nuevo proceso que actualmente garantiza la seguridad de numerosos productos alimenticios del mundo; había nacido la “Pasteurización”. Luego se comprobó que a temperaturas más altas, era posible destruir las bacterias de descomposición de los alimentos,  permitiendo además reducir los tiempos de proceso. Esto llevó a Isaac Salomón  en  los Estados Unidos en 1861 a agregar cloruro de calcio al agua  del proceso, con lo cual era posible llegar hasta los 115 ºC en baño abierto, lo que permitió la reducción del tiempo de pasteurización de 6  horas a 1 hora.

El proceso de llenado de latas con alimentos (conservas) se realizaba manualmente; la lata tenía un orificio de aproximadamente 4 cm en un extremo, por el cual se introducían el alimento; en este momento comenzaba la etapa de pasteurización o esterilización, según la temperatura y tiempo requerido por el alimento, y se introducía la lata en un baño de agua caliente, cuando aún salía vapor de la lata se tapaba el orificio con una pieza soldada. Al finalizar el proceso se almacenaban las latas en cuarentena para verificar la efectividad del proceso y rechazar las latas “abombadas”, signo que el proceso de esterilización no había sido satisfactorio, lo cual sucedía con regularidad!

Uno de los cambios más radicales en la fabricación de latas para conservas estaba por llegar, debido a que el contacto entre metal y metal, como el que se producía en los cierres agrafados, no era totalmente hermético. Ya había desarrollos en Europa para la utilización de un sello de goma o caucho entre las tapas y el cuerpo de las latas; aunque la idea era buena había que perfeccionarla; se empezaron a utilizar distintos materiales derivados del caucho hasta que en 1896, en los Estados Unidos, Charles Ams  patenta un compuesto de sellado de caucho y goma, y en 1897 junto a su socio Julius Brenzinger patenta una máquina que aplica el compuesto sellante a las tapas y las une al cuerpo de la lata doblando dos veces y aplastando las pestañas de forma similar al agrafado. Este proceso ahora se conoce como “sertido” ó “double seam” y nacen las Latas Sanitarias ¡!!



Para completar el desarrollo de la lata sanitaria, solamente faltaba mejorar las debilidades de la hojalata ante ciertos productos agresivos que corroían el metal; los fabricantes de latas buscaron ayuda en la industria química, y en el año de 1868 se empezaron a utilizar en los Estados Unidos los primeros barnices interiores.

A nivel de los procesos de esterilización, un salto cualitativo fundamental, fue la aparición en 1880 en el mercado del “autoclave”. Consistía en un recipiente que se cerraba herméticamente durante el proceso. Su gran aporte era subir la presión y temperatura de forma significativa, pero además con la posibilidad de ser reguladas a voluntad. La presión interior del envase y la exterior, se equilibraban mejor.

Hacia finales del siglo XIX, la humanidad ya disponía del conocimiento para conservar los alimentos al eliminar los microorganismos patógenos que los degradan; estos procesos de pasteurización y esterilización, solamente estaban esperando el envase en donde realizar el proceso, y aquí fue donde la lata de hojalata que estaba totalmente consolidada hacia inicios del siglo XX  tomó ventaja sobre el vidrio al ser un mejor conductor del calor, más liviano y más productivo.

En los inicios del siglo XX, el desarrollo de las latas continuó. En Europa se desarrollaron una variedad de geometrías de latas: rectangulares, ovales, oblongas, piramidales que representaban los gustos refinados de la Europa de principio de siglo y le daban un toque de distinción a las tradicionales latas cilíndricas. De esta forma comenzó una identificación de las formas con los productos, por ejemplo las sardinas con las latas rectangulares, los mejillones con la lata oval.



Hasta los momentos no hemos hablado sobre la decoración ó identificación de las latas. Hacia mediados del siglo XIX, la decoración de las latas se realizaba a mano, bien sea pintándolas con pincel o adhiriendo una etiqueta; en algunos casos se realizaba un troquelado en alto o bajo relieve del metal (“embossing”). En Londres alrededor de 1860 Robert Barclay  realiza las primeras pruebas de transferencia de tinta desde un papel a una lámina de hojalata y para 1875 la compañía Barclay & Fry inició la decoración de latas para galletas por el proceso de lithografía Offset.



En el verano de 1914 se inicia la primera guerra mundial y nuevamente las latas de conservas van a tener un lugar predominante; los soldados requerían de comida barata y altamente calórica en enormes cantidades; se llegó a hablar de 70 millones de soldados que participaron en dicha guerra durante cuatro años. Casi 20 años después nuevamente el mundo entra en guerra hasta el año de 1945; se estima que participaron más de 100 millones de soldados. Que mejor empaque para transportar todas esas raciones de guerra que las latas!



Con la finalización de las guerras mundiales, los objetivos dejan de ser los altos volúmenes de producción, y se retoman las mejoras y las innovaciones. El éxito logrado para conservar por mucho tiempo los alimentos en un envase de hojalata, permitió desarrollar nuevas tecnologías tanto en los materiales como en la tecnología de fabricación: las latas de aerosol (1945), bebidas carbonatadas en latas de hojalata (1948), y las primeras latas de aluminio (1958), desarrollo de latas 2 piezas (1960-1970).    Las latas de aluminio requieren de un tratamiento propio, por esa razón comentaremos de ellas en otra oportunidad.

A nivel de la hojalata, ésta se venía produciendo por el proceso de inmersión del acero en estaño fundido; este proceso dejaba inconvenientes como pérdida de estaño y discontinuidad de la película de estaño aplicada. En 1930 se desarrolló el proceso de estañado por deposición electrolítica, garantizando un cubrimiento de estaño de mejor calidad.

En los años 1960 los conocimientos sanitarios comprobaron la incidencia negativa del plomo en el organismo y se comenzó a cuestionar el uso de las soldaduras con aleaciones estaño-plomo en latas para conservas. En 1970 se encontró una solución ingeniosa que permitía seguir utilizando los actuales formadores de cuerpos (body makers) incorporando un equipo de soldadura eléctrica por punto y así cambiar el sistema de costura agrafada (entrelazado de dos ganchos) y soldada por aleación estaño-plomo por una costura solapada y soldada eléctricamente pero las aplicaciones con electrodos fijos de cobre limitaban la velocidad de trabajo ya que los electrodos se ensuciaban con el estaño. Una empresa suiza Soudronic, comenzó a construir soldadoras donde los electrodos fijos de cobre fueron sustituidos por un hilo de cobre continuo que se desplazaba a la misma velocidad que el envase a soldar; hoy en día ésta es la tecnología generalizada en la fabricación de latas de tres piezas.

En las últimas décadas del siglo XX, los esfuerzos estuvieron enfocados en terminar de corregir el principal inconveniente de las latas: ¿cómo la abro?. A pesar que había una serie de dispositivos accesorios para abrir las latas, no siempre los teníamos a la mano cuando las necesitábamos.



En 1956 Mikola Kondakow en Canadá desarrolla un sistema de apertura (pull tab) para botellas y en 1962 Ermal Cleon Fraze  hace lo mismo para las latas de bebidas: desarrolla una tapa con una leng�eta precortada que al tirar de la argolla se desprendía de la tapa (ring pull) y dejaba una ranura en forma de gota de agua por la cual se vertía el contenido de la lata; había nacido la tapa de fácil apertura! y luego se expandió hacia los demás usos de latas.



En los años 60 y 70 del siglo XX la evolución en la fabricación de latas dio un nuevo gran paso: el desarrollo de las latas de dos piezas elaboradas por un proceso de embutición; primero para las latas de aluminio y luego para las de hojalata. Este proceso que requiere de aleaciones especiales en los metales, ha reducido los costos al aumentar las velocidades de fabricación porque no se requiere doblar y soldar una lámina para formar el cuerpo, sino que por procesos continuos de embutición partiendo de un disco se obtiene el fondo y el cuerpo de la lata de forma simultánea.

Hoy estamos acostumbrados a ver cientos si no miles de productos empacados en distintos tipos de latas. La lata de hojalata tiene más de 200 años, y se mantiene completamente vigente, más aún cuando hablamos del medio ambiente, ya que es uno de los materiales más fáciles de separar en los basureros o rellenos sanitarios por su propiedad magnética. Tal era el magnetismo de la latas que Andy Warhol utilizó en las latas de Sopas Campbell´s como ícono en su Arte Pop.

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